La
voz de Hobbit (alias Hobbo, Bitto, Bobbi, Job) narra las historias de los Tutti
Frutti, cinco amigos de la clase alta bogotana, construida a través de las
descripciones de cada uno, desde su niñez en el Liceo Quevedo hasta el trágico desenlace
en torno a un feminicidio. La manera en que cada persona, cada lugar, cada
color, cada sabor, cada detalle rememorado por el narrador tiene un vinculo
directo con la trama central (basado en un hecho de la vida real) es muy
interesante.
Aunque
el crimen pretende poner en manifiesto lo atroz del feminicidio, siento que
cada uno del grupo es puesto en escena desde la grandeza (alcanzada por su nivel
económico), incluso la manera poética en la que termina el cuerpo no promueve
la denuncia ni el escarnio.
El
asesino y sus cómplices quedan vanagloriados en la ficción, uno como aquel que
otrora fuese todopoderoso con pinta, dinero y valor, que con ansias de
recuperar su poder se convierte en verdugo de aquella niña; un segundo
personaje con cero de diez en escala de monstruosidad, lector de José Asunción
Silva y que termina siendo cómplice construyendo una escena a modo de eufemismo
para presentar al publico el cadáver; un tercero que en honor a la amistad
compra tiquetes y presta propiedades para que se oculte el monstruo. ¡Pobres, fueron
víctimas de las circunstancias! (esto último es sarcasmo)
“-Dice
Tournie, mi maestro, que nada marco tanto al hombre como el momento en que
descubre cuál es su verdadera perversión”
“La
entrada a la oscuridad ¿ha sido un proceso tan largo y pausado que no nos hemos
dado cuenta? Sin advertirlo vamos hacia allá desde el instante mismo de nuestro
nacimiento, ¿y aun antes? Puede ser. O se trata más bien de algo que sucede de la
noche a la mañana y que se cumple dando un solo paso, como quien atraviesa una
puerta que ya estaba abierta.”
“Si
bien es cierto que las rutas del deseo le abren paso al destino”
“En
este país nuestro ha sido tanta la guerra, tanta, soportada por demasiado
tiempo, que los vivos ya estamos acostumbrados y los muertos olvidados y no hay
quien registre el catálogo. La violencia pesa y pasa, así sin más, pasa y
arrasa, y la muerte se ha ido volviendo vida cotidiana”
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