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I.

Poco faltaba para que el hielo terminara de fundirse con en el poco whisky que aún quedaba en el vaso, en su mente seguían vivas esas imágenes que se disipaban como el humo del cigarrillo que se consumía en el cenicero de su mesa de noche; imágenes difusas que desaparecían con la misma facilidad con que llegaban a su mente, pensaba en ese sueño, lo había soñado la noche anterior o la anterior o hace una semana, no sabía con exactitud; pretendía creer que las imágenes que recordaba en ese momento habían tenido lugar en su mente, ya que una persona como él sería incapaz de cometer esa clase de acciones.
Lentamente renuncio a la comodidad de su silla para mirar por la ventana, con dificultad logro deleitarse con la vista que propiciaba la luna que brillaba en todo su esplendor, su luz permitía ver los balcones de los altos edificios de apartamentos que poco a poco trasformaban la vista del paisaje urbano; era corta la distancia que había entre la casa de él y la del apartamento en que ella vivía, lo miraba al tiempo que prendía otro cigarrillo, su balcón seguía igual que siempre: una pequeña matera con una flor de color rojo intenso, una mesa con unas revistas y un vaso, detrás la cortina blanca que permitía ver las sombras de algún movimiento que se daba en el interior del apartamento.
De nuevo su mente traía las imágenes que tanto lo atormentaban, pero esta vez los fantasmas que hacían parte de aquel difuso teatro eran más claros, podía distinguir con claridad la piel tersa y joven de aquella mujer, podía ver los detalles de la ropa que tenía puesta, hasta el rojo de sus labios y el color castaño de su cabello eran muy reales, su aroma fresco y juvenil llegaba a su mente como si ella estuviera allí; era un lugar oscuro donde resaltaba la figura de la joven y una figura de un hombre que caminaba hacia ella, cada paso que lo acercaba a ella iba dando claridad a la escena, la tomaba por la cintura, acercaba sus labios al oído de ella y pronunciaba algunas palabras que generaban una sonrisa cómplice en ella, lentamente ella giraba su cuerpo, él ya no era un espectador en la escena, él era aquel hombre, en el momento justo en que él y ella quedaban cara a cara un fuerte ardor en una de sus manos hizo que regresara a la realidad, la realidad en que observaba un balcón mientras el cigarrillo que tenia se quemaba en sus dedos.
Con sed se acercó al vaso que tenía más agua que whisky, lo tomo con tres dedos y lo llevo a sus labios, el frio del vaso le jugaba una mala pasada a sus sentidos y a su imaginación, esta vez no eran imágenes lo que acechaban su mente, eran voces, una conversación, el intercambio de palabras de otra escena o de otra parte de un sueño: un saludo, un breve intercambio de palabras a modo de presentación de cada uno, una invitación, un ‘no’ como respuesta, disculpas ofrecidas y una fría despedida; si, el mismo frio con que ella se despedida, él en ese instante lo estaba sintiendo en sus labios con el frio del vaso.

Había sido un largo día, aunque no tenía que cumplir con las obligaciones de su trabajo, la jornada de aquel domingo lo tenía cansado y quizás el intento de buscar algún descanso en el refugio de un vaso de whisky y de unos cigarrillos no había tenido el efecto esperado, en ese momento no era el cansancio de la rutina lo que lo hacía ir a la cama con tanto afán, esta vez quería botarse en su cama, prender el televisor y así buscar una salida a tantas imágenes y a tantas voces que lo consternaban. Y así era, tantas imágenes y voces lo tenían asediado, ¿estaban irrumpiendo en el terreno de la realidad? Sentía confusión, ya no estaba seguro si lo sucedido había tenido lugar en su imaginación.

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