“Te
identifico no con una niña, sino con una ninfa pequeña de la región de la
Arcadia que ha huido de la persecución de Febo y de su malicia secándole la
fuente. Tu cuerpo cimbrea como una rama de olivo, tu piel es cálida como el
agua en el estío; el iris se enreda a tus piernas y tienes la flor de loto como
Afrodita una breva abierta… ¿En qué bosque propiedad de los inmortales se
acostó tu madre antes de darte a luz y qué divinidad yació con ella cuyo fruto
fuiste tú?” (pág. 79)
“Cuando
tenía la edad conveniente entraba en el Didaskalion, gigantesco
monumento-escuela emplazado detrás del templo, donde las jóvenes aprendían en
siete clases los secretos de las artes eróticas: la mirada, el abrazo, los
movimientos del cuerpo, las caricias mas complicadas y las técnicas secretas de
la mordedura, del glotismo y del beso” (Pág. 98)
“No
valen más filósofos, poetas o retóricos, ni cuantos a él se afilian, y por extraordinarios
que sean en su arte, en el amor son unos necios” (Pág. 134)
“No
se distingue el amor humano del celo estúpido de los animales más que por dos
funciones divinas: la caricia y el beso” (Pág. 134)
“El
cosmos fue creado para que se formularan tres verdades y nuestro infortunio ha
querido que se comprobaran cinco siglos antes de esta noche. Heráclito comprendió
el mundo; Parménides desenmarco el alma; Pitágoras midió a Dios; a nosotros nos
toca únicamente callar” (Pág. 167)
“hay
dos formas de ser desgraciado: desear lo que no se tiene o poseer lo que se
desea” (Pág. 172)
“Frecuentemente
he notado que se tiene por dementes a quienes por excepción aventuran verdades
incontestables” (Pág. 173)
“De
las diversas doctrinas que nos atribuyen la inmortalidad, ha llegado el momento
en que puedes escoger la que mejor mitigue la pena que te produce desaparecer.
Si ellas son verdaderas, habrás dulcificado las ansias de tu traspaso y si
mienten, ¿qué te preocupa si nunca has de saber que te engañaste?” (Pág. 197)
“Ningun
espectáculo de la naturaleza, ni las llamas occidentales, ni las tempestad en
los palmares, ni el rayo, ni el espejismo, ni las grandes trombas de agua, son
dignas de admiración por quienes entre sus brazos han visto transfigurarse una
mujer” (Pág.219)
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